Estábamos en la noche más ocurra de invierno, me llevabas cogida de la mano, como si de una pequeña niña se tratase, me ibas diciendo cuanto me amas, y querías, yo como si tuviera mi juguete más querido junto a mí, iba dando minúsculos brincos sin soltarme de tu mano, no quería perderte, ni tu perderme a mí.
Cuando llegamos a un parque bastante acogedor, en el que se veían todas las estrellas y luna juntas, y poder tumbarnos en un banco, los dos, dándonos nuestro calor, comenzaste a acariciarme. Normalmente soy yo la que no puede dejar de tocar a uno de los dos, nunca puedo dejar de tocar esa piel tan distinta, al estar un tiempo absteniéndome de ella, la he llegado a echar tanto de menos, que creo, que es en lo único que llego a pensar ahora mismo, en tu delicada piel blanca, suave, con olor a ti. Tu olor es tan especial como el resto de tu cuerpo, todo es tan distinto, que eso te hace ser único y especial, al menos, para mí.
Estabas acariciando mi espalda, mientras me mordisqueabas el cuello, yo me aparté, pues no quería que todo fuera tan rápido otra vez. Pero yo, no podía dejar de tocar tu pecho, acercándome levemente a tu cintura, observando cada centímetro de ti, tocando cada milímetro de tu delicado cuerpo. En rollándonos como espaguetis, entrelazados el uno con el otro, sintiendo cada bocanada de aire que el otro daba, la respiración entrecortada y agitada de el otro. Todo tan excitante, tan intenso, como se nota que somos dos jóvenes alocados que sienten una gran atracción mutua, no pueden despegarse, se han quedado ahí, atrapados el uno por el otro, como una enredadera que no se desengancha de su pared en la que ha estado años en ella.
- -¿Eres real Amor?
- - Sí, ¿por qué? ¿acaso soy anormal?, que yo sepa no tengo ningún problema, ¿o si?
- - No, pero eres tan especial que a veces pienso que te evaporarás y desaparecerás en el aire, y jamás volveré a verte. Y no quiero que pase nada de eso, quiero que esta noche nunca termine, que sea eterna al igual que mi amor hacía ti, mi ser más querido y por el cual haría lo que me pidiese.
Él no se esperaba nada de eso, pero en ese instante, vi, que el amor era tan grande, la pasión, el deseo, atracción. Todo lo que siento hacía él, ya no era amor, si no, una obsesión.
Una obsesión, que estaba comenzando a ser algo problemática para mí, ya que cada vez la podía controlar menos, ya no era yo consciente de ella, si no que ella era la que ahora estaba manejándome, manejándome en aquel juego en el que había entrado de nuevo, yo ya no era consciente de mis actos, no era yo, no soy yo quien habla ahora, es ella, la obsesión a llegado a personificarse, se ha convertido en parte de mí, y ahora es ella quien juega.
Mi amor, que en un principio era un mero capricho, pasó a ser un hechizo que él lanzó, luego pasó a ser amor, luego una obsesión y de ahí a ser una obsesión incontrolable, por él.

No hay comentarios:
Publicar un comentario