miércoles, 14 de septiembre de 2011

encontré el paraíso.


Querido amigo, encontré en lo más recóndito del bosque a la más sublime de las bellezas. Era un humano, su perfección física y psíquica me sorprendió. Arrebatándome también el corazón. No podía apartar nunca la vista de él, pues quería así recordar cada lunar que adornaba su rostro. Para que cuando la noche callera, y se adornara el cielo con las brillantes estrellas poder dibujarle a él ahí. Empero, en todo lo bueno hay algo malo. Y lo malo es lo bueno en grandes dosis.
Él hacia en mi cuerpo un efecto extraño nunca antes sentido. Era una droga, una enfermedad, un error.
Nunca debí haber pasado aquél frondoso bosque, nunca debí sobrepasar aquella línea, sino, ahora mismo, querido amigo no estaría escribiéndole desde el hospital psiquiátrico de mi condado.
Ahora bien, le diré pues que nunca debe usted acercarse a un ser como este. Pues sino, acabara aquí junto a mí.
Él fuere para mí como encontrar el Jardín del Edén. Me sentía en el Paraíso. Todo era tan excitante, él mismo lo era. Cada centímetro lo era. Cada paso. Todo.
Éste me hacia sentir como si yo fuere algo único era un ser mágico. Era como sentirse así en las garras, en las llamas del infierno. Como todo lo excitante, pecado es. Viví así pues una de mis grandes aventuras a la vera de éste. Empero, toda aventura tiene su final, siento no poder describirle mejor mi historia, pues no tengo más papel, en el caso en que me vuelvan a dejar se la explicare más detalladamente. Las únicas palabras de éste que nunca olvidare serán. << Todo es mío. >>
Le mando así recuerdos y cuídese mucho, con amor su extraña amiga.
Escrito y contado por: Rebecca Fernández Expósito.

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