sábado, 11 de diciembre de 2010

Entré en un corazón.

Entré en un habitáculo del cual no podía salir, veía como lentamente se hacía más y más pequeño, las paredes se iban juntando una con la otra y yo de ahí no podía salir. Iba a morir aplastada entre aquellas paredes. No supe donde estaba hasta que entró algo de luz. Era de un rojo oscuro y lo que me impregnaba era sangre y aquellos tubitos que sentía por todos lados eran venas. El corazón cada vez encogía más y más y no podía permitir que eso ocurriera. Empero, ¿qué podía hacer yo para que eso no ocurriese? Decidí así empujar una de las paredes, y funcionó, alegre yo por mi logro alcanzado, comencé a hacerlo durante un tiempo, para que el corazón de quién fuere no desapareciese, pero hubo algo que pasé por encima. También necesitaba amor. Por ello comencé a contarle historias felices, ha acariciarle, besarle y cuidarle. Denoté pues que el corazón de quién fuere bombeaba mejor, ya no se encogía, y quién fuere ya no sufría horribles dolores. Empero aún yo continuaba sin poder salir, deduje así que quién fuere, aquél me había introducido en su corazón para así cuidarlo con todo mi amor.
Escrito y contado por: Rebecca Fernández.

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