El pasado siempre vuelve.

Te vi caminando sobre un montón de rosas que yo tiraba tras tu paso, mientras tarareaba tu dulce nombre. Ibas tan feliz delante de mí, siempre diciéndome que debía hacer y decir, eras mi  <<boss>> y yo como si nada, tan feliz de ello, como si de un logro se tratase caer bajo tu mando.

Tan feliz yo, por aquello que conseguí  <<nada>> pero aún así mi inocente niña que salió a la luz, estaba tan feliz de ello, que yo no podía decirle que todo era un sueño y que con su corazón lleno de inocencia y amor acabaría hecho mil pedazos.

Él continuaba su camino hacía el altar hecho por mí, en el que yo a él lo tenía, yo creía que ahí en lo alto estaba yo en su corazón, y que en verdad era mío el altar pero que él lo guardaba seguro.

Un día el estaba hablándome…

-Disculpa, tú, ¿podrías darme un cigarrillo? Es que no quiero levantarme.

-Sí, claro mi Dios.

Esa fue la última vez que le vi, que hable, y sentí dentro de mí, que sentí sus manos tocando mi diminuto cuerpo, que sentí su calor, su aroma, y sus besos en mis labios cortados por el frío. La última vez que te tuve en mí.

El se despidió tal y como entro en mi vida.

Ahora, él ha vuelto, y quiere volverme a tener, después de jugar con mi inocencia y corazón de niña, después de yo creerme mis propias mentiras, de adorarle y hacerle su altar, y canturrear al viento su dulce nombre de ángel, después de vivir el sueño que acabo en mi fabrica de sueños rotos, después de todo,  vuelves.