Yacía incandescente la mas bella
De las almas pedidas en el infierno
Ella, brillaba como ninguna mujer hizo en su tiempo vivido. Incluso tras su horrible asesinato, ella aún brillaba y hablaba.
Su difunto esposo, permanecía
En la habitación de al lado,
Con su amante. La horrible muerte
Que tuvo mi querida Azucena no se
La merecía, el ingrato, desagradecido
Y asqueroso esposo sí.
Querida Azucena, ojalá vuelvas de entre las almas perdidas, me rodees con tras
Brazos y me digas que jamás de los jamases te irás.
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