miércoles, 14 de septiembre de 2011

Te buscaba por doquier


Aquella noche lloviznaba, no hacía mucho frío, yo iba en el coche, con mi familia. Eran las ocho y media. Ya estaba bien oscuro, parecía que eran las doce de la noche de la oscuridad que habitaba en el ambiente. Iba mirando por la ventanilla, primero observaba el suelo, estaba húmedo y lleno de minúsculas piedrecitas. Luego observaba los árboles y las casas que parecían castillos. Los árboles parecían gritar en sueños, me hablaban ¡y cuán horribles, e increíbles sueños me contaban! Luego decidí observar a la dulce y misteriosa luna, ¡la buscaba por doquier! Y no la encontraba…Decidí no quitar ojo del cielo hasta encontrarla, empero parecía inútil, ya que todo el cielo se veía oculto tras las sinuosas y múltiples nubes que ocultaban el cielo entero. Por el viento las nubes comenzaron a hacer diversas formas, empero todas eran las mismas. Enormes garras, pero no eran de animales, sino de humanos, se veían manos humanas intentando cogernos y enviarnos a un extenso y profundo vacío negro. ¡Y de repente! La luna salió de entre las nubes, era enorme y daba una luz tan potente que pareciese ser de día. De tiempo en tiempo se ocultaba, y volvía a ser de noche, y volvían a surgir de la nada las enormes garras y luego volvía a ver la bella y perfectísima luna.

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