El matutino olor a café y tostadas que mi mujer hace, me despierta haciendo me sentir el hombre más afortunado del mundo, y no es que quiera alardear, pero, mi mujer es la más bella y perfecta dama que existe, al menos para mí ya que a pesar de llevar cuarenta años casados es como si cada día de nuestras vidas fuese el primero de todos.
Ella entra en el cuarto, se acerca a mí y me besa levemente, como intentado no romperme en minúsculos pedacitos.Acaricia con sus frías manos que huelen a lejía y están muy desgastadas por trabajar la mayor parte de su vida limpiando casas, sus manos están frías, quizás por el agua y el frío que hace hoy en la casa, debería llamar al técnico para que nos arreglasen la calefacción.Cada milímetro de mi cuerpo se eriza por su tacto, está muy fría,¿Quizás quiera qué la caliente?, no lo sé, igualmente no quiero que pare, me gusta.
Después de eso me murmura que ya está listo el desayuno, para que así poder disfrutar un poco más de ella, antes de irme a trabajar.
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